Con permiso de la Gran Batalla entre Tropas y Legiones, existen o han existido dos actos multitudinarios en las fiestas que han tenido una gran acogida entre el público cartagenero y visitante.
En el año 2.024 el Senado Romano rescató el Circo, que ha tenido un largo recorrido con mas o menos fortuna desde el año 1991, y digo desde ese año porque este acto como tal, nació en 1.992 como alternativa romana a otro acto –cartaginés- que marcó una carrera de grandes espectáculos que, en sana competencia tuvieron durante décadas Consejo y Senado.
Este acto fue las Bodas de Aníbal e Himilce, con vocación de gran evento y que nació de la mano de dos integrantes de las tropas de Baal – Hammon, recién incorporadas a las fiestas.
Conchi Gil y Mayka Trillo encabezaron a un grupo de entusiastas de varias tropas, en una trama que giraba alrededor de los personajes cartagineses, Aníbal e Himilce, Tomás Martínez Pagán y Paqui Bueno López.
Nunca tendré claro si las promotoras imaginaban la magnitud de lo que estaban creando y hasta donde iba a llegar, pero lo que sí se, es que nadie esperaba lo que iba a suceder cuando el público cartagenero, receptivo y agradecido esos años, llenó las gradas del viejo campo de fútbol de los Juncos (hoy día parque de los juncos en el paseo reina victoria).
Desfilando al son de la marcha de las cuadrigas de Ben-Hur que se repetía una y otra vez, las tropas carthaginesas entraban al campo por primera vez sin saber lo que les esperaba en el césped.
Este cronista, que encabezaba a las tropas de Magón, con 25 años recién cumplidos y sin ninguna experiencia festera, al sentir la presión de tanta gente mirando en silencio, no tuvo otra idea que levantar los brazos saludando al público… Horror: De repente se levantó un gran y prolongado aplauso.
Un aplauso que precedió muchos otros.
Un aplauso que se repitió una y otra vez durante la parada militar que las tropas carthaginesas de aquél año realizaron sobre el césped del viejo campo.
Un aplauso que interrumpía una y otra vez los diálogos de uno actores improvisados, que defendieron muy dignamente un papel en una obra cuya trama nació de una concienzuda investigación histórica de sus promotores.
Pues bien, este fue el pistoletazo de salida de una carrera que regaló a Cartagena espectáculos dignos de la inauguración de una olimpiada o un mundial de fútbol.
En 1.992 los romanos encabezados por Marisol Gisbert y José Ferrer promovieron el primer Circo Romano. Este acto en el que tenían cabida todas las legiones, comenzó con un desfile que recreaba el origen religioso del mismo, una boda romana y posteriormente una parada militar con las legiones restantes… Impactó mucho la puesta en escena de las amazonas de Capadocia con la decapitación de un prisionero carthaginés.
El primer circo romano se desarrolló en una plaza de toros portátil el martes 22 de septiembre, aunque en ediciones posteriores pasó al miércoles festero, con tal impacto que durante años se le llamó “miércoles del circo”, mientras que las bodas se consolidaban en el lunes y se mantenían en los juncos.
A partir de ese momento ambos actos comenzaron a profesionalizarse. En 1.993 José Manuel Blanco, director del teatro ibérico de Lisboa, tomó las riendas de las bodas que ganaron en dramatismo, mientras José Ferrer mantenía y enriquecía el circo.
Con la puesta en escena del Estadio Cartagonova como recinto del espectáculo, se añadieron a los movimientos de tropas y legiones complicados juegos de luz y sonido nunca vistos en Cartagena hasta este momento.
Se llegó a tal nivel de sofisticación que los costes de montaje y producción se multiplicaron más que exponencialmente, por lo que hubo que recurrir a patrocinadores externos y dar exclusivas de suministros en el campamento para poder sufragar las cantidades que exigían.
En aquellos años pudimos ver marionetas gigantes, grandes batallas, exhibiciones de cetrería, carreras de caballos, paracaidistas, espectáculos pirotécnicos, pantallas de colosales proporciones que acercaban el escenario al espectador…
La magnitud de los actos y los movimientos de los grupos por el campo obligaron a realizar ensayos de actores y coordinadores durante todo el año. El éxito del acto se basaba en el trabajo, no solo ya del director, sino en un grupo de voluntarios cada vez más numeroso, que coordinaba las entradas y salidas de figurantes y grupos festeros desde los vomitorios del campo, equipos de infraestructuras que montaban y desmontaban escenarios en un tiempo record, funcionarios municipales de apoyo que aportaban su experiencia, transportes y en definitiva una tramoya cada vez más amplia, que desde las vocalías de Bodas, Circo e Infraestructuras de Consejo, Senado y Federación, trabajaban sin descanso, mientras los festeros se divertían, ajenos en muchas ocasiones a este trabajo silencioso.
El siguiente paso fue cobrar entradas para ayudar a la financiación de ambos actos, y auque a un precio simbólico, el Circo y las Bodas ya no eran gratuitos.
También surgió un nuevo reto que no era otro que el que el montaje y la puesta en escena de cada año tenía que superar al anterior en grandiosidad.
Al final las fiestas tenían dos grandísimos actos separados por un día donde el Circo llenaba más que las Bodas. Se buscaron todo tipo de explicaciones, que si el éxito de las Bodas hacía que acudieran más personas al Circo, que si las primeras tenían menos días para vender entradas… pero la realidad era que el público de Cartagena prefería el acto romano.
Además, a su vez comenzaba a verse en el horizonte una ligera pérdida de interés por estos eventos, mientras que los costes de la puesta en escena seguían subiendo.
El lleno máximo que consiguieron los carthagineses fue en 1.997 con 14.000 espectadores en unas bodas donde Paqui Gil y Antonio Durán – Himilce y Aníbal – contrajeron matrimonio en la ficción y la realidad.
Para intentar ganar público, el año 2.001 se cambió el gran acto Carthaginés por la Fundación de Cartha Hadast, de manera que pudiera realizarse en sábado asegurando así una mayor afluencia de público, pero en este caso había que cuadrar calendarios con los partidos que el Cartagena jugaba en casa.
La realidad es que se habían creado no uno, sino dos monstruos que necesitaban un presupuesto más elevado que todo el resto de actos juntos… “las ceremonias de inauguración de una olimpiada se hacen cada cuatro años, nosotros las hacemos cada año y dos veces seguidas”, decía un compañero festero.
El circo abandonó el Estadio el año 2.009 y dejó de celebrarse de forma continuada al año siguiente, aunque volvió en diferentes ocasiones según las directrices del Senado Romano y los presupuestos disponibles, sustituyéndose en parte por actividades en el campamento que tuvieron una gran acogida entre festeros y público en general. El gran acto cartaginés (en este caso la Fundación) se celebró por última vez el año 2.004, abandonando definitivamente el Estadio y realizándose en tres escenarios distintos por el centro de Cartagena, pero eso ya es otra historia.
En 2.024 las fiestas rescataron el circo en una magnífica puesta en escena junto a la muralla de Carlos III, sobre el césped donde se desarrolla la gran batalla aprovechando las gradas que se colocaron en su entorno unos días antes.
Joaquín Moya
Cronista